La controversia entre Pasteur y Pouchet
Si observamos una pelusa verde en un trozo pan, o blanca en el queso de la heladera o manchas oscuras en la pared solemos decir que son hongos ¿Pero de dónde provienen? Las respuestas más comunes suelen ser que los alimentos se están “pudriendo” o que en la pared hay humedad o que vienen del aire. Desde fines del 1800 conocemos que no es así, que esos seres vivos provienen de otros seres vivos semejantes, o sea un hongo del pan proviene de otro hongo y que se desarrollan es ese lugar porque las condiciones son propicias. La pregunta acerca de la generación de los seres vivos (especialmente los microscópicos) y la respuesta a la misma nos remite a ciertas ideas que se discutieron durante siglos. El debate acerca de la llamada generación espontánea no solo se estableció entre científicos, sino también convocó a religiosos, filósofos y hasta poetas. En este texto les contaremos una parte de esta historia, la parte en donde se cierra esta discusión a través de una controversia científica.
Inicio de la controversia
En la comunicación que Félix Arquímedes Pouchet enviara a la Academia de Ciencias de Paris, el 20 de diciembre de 1858, anuncia que bajo condiciones cuidadosamente controladas se había producido la generación espontánea de microorganismos “nacidos espontáneamente en el aire artificial y en el gas oxígeno” en caldos que estuvieron en contacto con aire. Esa comunicación de Pouchet, sorprendió al mundo académico. Varios científicos la rechazaron diciendo que seguramente los microorganismos fueron introducidos por el aire en los medios de cultivo o que el calor suministrado no fue suficiente para matarlos. Unos meses después Louis Pasteur informa a la Academia, acerca de sus estudios sobre las fermentaciones. En dichas investigaciones había puesto a prueba que las mismas siempre estaban ligadas a la presencia de ciertos microorganismos (por ejemplo, levaduras de cerveza), en los medios de cultivo. Pouchet, presenta sus puntos de vista y sus hallazgos en un elaborado trabajo de 700 páginas, en donde se define claramente a favor de “la generación espontánea” y destaca que, la aparición de “gérmenes” se produce cuando está presente un “cuerpo putrescible, agua y aire”. Dado que estas ideas generaban encontradas opiniones en los círculos científicos, el 30 de enero de 1860, la Academia de Ciencias de París instituye el premio Alhumbert bajo el lema: ”Para arrojar, mediante experimentos cuidadosamente dirigidos, nueva luz sobre la cuestión de la llamada generación espontánea”. Pero contemos un poco más acerca de los contendientes al inicio de la controversia.
Pasteur y Pouchet
Louis Pasteur, era químico contaba con 38 años y era académico de París. A su vez, Félix Arquímedes Pouchet, era médico y naturalista tenía 60 años, académico y Director del Museo de Historia Natural de Rouen (localidad francesa) y miembro honorario de varias sociedades científicas fuera de Francia. Aunque algunos colegas de Pasteur trataron de disuadirlo el estaba convencido de que la solución del problema era fundamental ya que ampliaba y complementaba sus estudios sobre las fermentaciones. Pouchet, estaba convencido de que los datos experimentales obtenidos en sus diferentes trabajos, eran testimonio más que suficiente de que la “generación espontánea existía”; de lo contrario ¿cómo era posible que habiendo tomado las debidas precauciones para evitar la entrada de cualquier organismo vivo en los frascos, al cabo de unos días en las infusiones de heno así preparadas, siempre aparecían seres vivos? Pasteur se inscribe para competir por el premio Alhumbert, y también se inscribe Pouchet. Dos años después, el premio sería ganado por Pasteur por la presentación de una serie de experiencias que son las que se relatarán a continuación. Pasteur se mete en la pelea y defiende sus argumentos, confrontando experimentalmente con todo rigor los resultados obtenidos por Pouchet. Esta cuestión, impulsó a Pasteur a experimentar con distintos medios nutritivos por ejemplo, suspensiones de levadura, o líquidos como leche, orina, sangre y con aire calentado y filtrado bajo toda clase de condiciones. Para llevar a cabo esos variados experimentos, aplicó algunos de los procedimientos descriptos por sus predecesores cuando abordaron el problema, pero, dedicando especial atención a todos los aspectos técnicos. De esta manera, logró diseñar experimentos que daban siempre el resultado esperado: ausencia de gérmenes en los medios de cultivo. A pesar de las precauciones que toma, Pouchet fiel al método experimental, ve que sus cultivos se contaminan y admite entonces la generación espontánea. Pasteur reconocerá que no puede criticar ni el oxígeno, ni el agua y tampoco el heno utilizados. Aceptará este éxito pero devolverá el golpe demostrando que los microbios se encontraban en la cuba de mercurio. Con este procedimiento, Pasteur logra mostrar que el error cometido por Pouchet en sus trabajos estaba en el mercurio empleado en el momento de la entrada del aire en los frascos calentados; ya que siempre contenía polvo y un gran número de gérmenes en su superficie. Al encontrar cuál había sido el error en la técnica utilizada por su oponente, Pasteur consigue eliminar la fuente de contaminación de los líquidos y del aire y así obtener un nuevo aval para su postura, además diseña un experimento para demostrar la existencia de microorganismos en el aire y cómo filtrarlo. Las observaciones de las muestras del aire filtrado en diferentes lugares le permitieron a Pasteur mostrar que existían grandes diferencias entre el número y el tipo de microbios que podía encontrar, dependiendo ello del grado de “contaminación” de las muestras; así por ejemplo, en el aire aspirado en una gran aglomeración urbana la presencia de gérmenes era mayor que en el campo. Todos estos descubrimientos le permiten a Pasteur formular “la teoría del germen” y diseñó entonces experiencias que le permitieran de alguna manera decidir cuál era la menor cantidad de aire necesaria para contaminar los cultivos colocados en frascos con cuello de cisne. Las siguientes figuras muestran cuál fue el procedimiento en cuestión:
Preparó un gran número de matraces con infusiones de levadura y azúcar; mediante el fuego, alargó el cuello de los recipientes hasta que quedara sólo un pequeño orificio, de modo que los mismos pudieran sellarse fácilmente cuando se deseara. Hizo hervir las infusiones con el objeto de destruir los gérmenes y expeler el aire, el cual era desplazado por la corriente del vapor de agua producto del hervor. Finalmente, sellaba las botellas, fundiendo el extremo de vidrio con un soplete mientras se escapaba el vapor, de manera que los recipientes quedaran prácticamente vacíos de aire. Al cabo de unos días al analizar los recipientes, Pasteur observó que el contenido no presentaba gérmenes y que los caldos permanecían estériles mientras se mantuvieran sellados los frascos.
Decide ampliar el área a investigar y resuelve abrir una serie de frascos en diferentes lugares. Para abrirlos, toma todo tipo de precauciones, pasa por la llama de una lámpara de alcohol los cuellos de las botellas y las pinzas que utilizaría para romperlos y de esta manera “quemar el polvo que pudiera haber en la superficie de los materiales utilizados y así también matar los gérmenes depositados en él”. Antes de quebrar los cuellos, se preocupa de mantener los frascos por encima de su cabeza y de ubicarlos en dirección opuesta al viento con el fin de evitar que se contaminen, por ejemplo con el polvo de la ropa. Luego de romperlos y de percibir el característico “silbido” producto de la entrada del aire, sella inmediatamente los frascos con la llama y los pone en una estufa a una temperatura de alrededor de 30 ºC. Pasteur, al efectuar el proceso descripto anteriormente con numerosos recipientes abiertos en distintas calles de París, comprueba que, luego de la “incubación” en el contenido de casi todos los balones hay diferentes microorganismos, pero algunos no se contaminaban, lo que constituía un gran problema. Para tomar una posición más fuerte, era necesario que Pasteur encontrara regularidades en sus observaciones. Conjeturó entonces que la cantidad de microorganismos que se encuentran en el aire se modifica con la altitud, es así que sube al monte Jura para realizar sus experimentos. Obtiene como resultado que los frascos a gran altura no se contaminan.
Pouchet y su grupo de trabajo también ascienden a una montaña. Sin embargo los resultados que obtienen son contrarios a los señalados por Pasteur ya que todos los frascos se encontraron llenos de gérmenes y por lo tanto siguen sosteniendo que era imposible que hubiera gérmenes en el aire.
Pasteur critica los experimentos que realizo Pouchet, indicando varios errores: un reporte con pocos frascos, un procedimiento incorrecto y que claramente no pudieron mostrar que en cualquier lugar los recipientes se contaminan, etc.
Pero, ¿Quién tenía razón: Pasteur o Pouchet? Para darle un corte definitivo al asunto la Academia de Ciencias decide nombrar una comisión. Ante ella se repetirían los experimentos que los dos equipos de investigadores habían llevado a cabo con resultados tan disímiles y, con las pruebas a la vista, esta comisión daría su dictamen.
Cuando la comisión y los contendientes se reunieron en junio, resultó que Pouchet y sus ayudantes Joly y Musset no estaban interesados en repetir las experiencias de Pasteur usando las infusiones de heno. Ellos deseaban llevar a cabo investigaciones completamente diferentes. Ante la petición de la Academia proponen un programa de investigaciones con un orden de importancia, donde los experimentos de Pasteur se encuentran en último lugar. La comisión no aceptó el amplio y extenso programa de Pouchet y sus colaboradores porque no creía que podrían llegar a algún resultado claro. Esto desembocó en la renuncia de los científicos, y Pasteur procedió a llevar adelante sus experimentos. Finalmente, después de múltiples discusiones sobre los programas de experiencias, Pouchet, Joly y Musset aceptaron asistir a la cita dada por la Academia, el martes 22 de junio de 1864, en el Museo de Historia Natural de París. El día fijado para resolver la controversia, los dos grupos debían presentar sus trabajos de acuerdo con “un programa organizado” por la comisión. Pasteur llegó con sus colaboradores cargado de aparatos y listo para la prueba.
El fallo de la comisión, presentado el 20 de febrero de 1865, fue cuidadosamente enunciado y referido estrictamente a los resultados, sin involucrar los reclamos teóricos más generales. Esto demuestra que los reclamos de Pasteur (la posibilidad de obtener muestras de aire estéril) fueron correctos. Pouchet y sus colaboradores no tenían ningún argumento para rechazar dichos reclamos.
Pero esta historia no terminó aquí, en 1872 las experiencias realizadas por el médico inglés Henry C. Bastian y publicadas en un libro de 1.115 páginas titulado The Beginning of Life; Being Some Account of the Nature, Modes of Origin and Transformation of Lower Organisms, reabre la polémica de la generación espontánea. Por esta razón, Pasteur, se ve obligado a reconocer las limitaciones de las técnicas experimentales que había usado en su controversia con Pouchet y debe diseñar procedimientos más precisos que no admitieran excepciones.
La autoridad de la Academia protegió por un tiempo a Pasteur evitando nuevas investigaciones, especialmente en Francia. Sin embargo los oponentes no permanecieron callados. En 1863 Pouchet publica una nueva edición aumentada de su libro, en el que reitera su creencia en la generación espontánea. También otros investigadores publican algunos resultados de sus experimentos en conflicto con los realizados por Pasteur. Esto demuestra que, aunque la Academia dio por clausurado el debate, esto no fue concluyente y Pasteur debío enfrentar una vez más el reto con nuevas ideas.