La tradición hibridista.
Afines al ámbito académico los hibridistas estaban preocupados por dar cuenta si se podía obtener nuevas especies mediante el cruzamiento de especies existentes. La discusión partía de la afirmación de que todas las especies habían sido creadas por Dios y que por lo tanto no podían surgir especies nuevas de otra manera. En el siglo XIX se estaban debatiendo las propuestas vinculadas a esta idea, la creacionista (la afirmación anterior) y el fijismo, es decir, que las especies permanecían inmutables en el tiempo, tal cual habían sido creadas. Diversas teorías se postularon contra éstas afirmaciones, como el transformismo de Lamark y la teoría de la evolución de Darwin. Estas nuevas teorías proponían no sólo que los organismos cambiaban en el tiempo, pues el ambiente era cambiante, sino que en el mundo aparecían nuevas especies, tanto en el mundo natural como artificial, por la mano del hombre en el ámbito de los criadores. Así el área de la botánica, una vez aceptada la premisa de que las plantas podían tener sexos distintos y reproducirse sexualmente como los animales, la tradición hibridista discutía si el cruzamiento de plantas de especies distintas podían dar una descendencia híbrida fértil, y si este híbrido era o no una nueva especie. Algunos especialistas que apoyaban la constancia de las especies por Dios creadas sostenían que los híbridos o no eran fértiles o que los híbridos sufrían una reversión, por lo que regresaban a una de las formas de los parentales u originales y no eran, por tanto, una nueva especie. Otros desacordaban con lo anterior y proponían que se producían híbridos, que eran especies nuevas, tanto artificialmente como naturalmente y de manera espontánea. En este ámbito de la botánica el trabajo científico comprendía no sólo conjeturar hipótesis sino también acompañar las ideas con un fuerte uso de la experimentación que la sustentara, es decir su labor generó un gran desarrollo de la base experimental.